El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, felicita la Pascua con una carta pastoral que encabeza con la proclamación jubilosa de estos días, «¡Resucitó el Señor! ¡Cristo vive! ¡Aleluya!», y que rápidamente centra en la paz de Cristo. «Es tiempo para dejar que resuene y se amplifique su eco por medio de esta Iglesia nuestra madrileña», alienta. Es la paz, detalla, de saber que «quien estaba muerto vive para siempre», de «tocar las heridas y saber que ya no duelen», «de sentir el corazón ardiendo al recobrar la esperanza», de entender que «el Siervo de Yahveh ha sido más fuerte que quienes lo condenaron a una muerte de cruz».

El cardenal José Cobo centra su carta pastoral de Pascua en la paz de Cristo: «“Paz a vosotros”: estas son las palabras que este mundo herido necesita escuchar con urgencia»

En un mundo «donde suenan tambores de guerra», con «líderes autoritarios que pretenden subvertir los consensos», donde hay muros y trincheras que dividen, «la voz de la Iglesia, testigo del Resucitado, ha de alzarse clara y sin ambigüedades, nítida y rotunda, diciendo: “Paz a vosotros”». «“Paz a vosotros” —repite el cardenal Cobo— estas son las palabras que este mundo herido necesita escuchar con urgencia». Por eso, invita a dejar resonar en las comunidades «la voz interpelante del Resucitado ofreciendo el don de su paz allí donde más se necesita».

No es exclusivamente en zonas de guerra, porque no solo las declaradas, confirma el arzobispo de Madrid, «matan y hieren». «También hay una violencia más sutil, estructural, que se filtra en nuestras relaciones cotidianas. Anida en el desprecio, en el insulto, en los juicios precipitados, en la deshumanización del otro». Aquí, se pregunta, «¿sabremos dejar resonar la voz del Resucitado de forma renovada?».

Lee aquí la carta pastoral con motivo de la Pascua

La paz pasa por la cruz

La paz del Resucitado no es una virtud «fácil y cómoda», reconoce el cardenal Cobo. Es una paz que «se pide, se trabaja, se pelea, se conquista con el perdón y luego hay que cuidarla, porque es extremadamente frágil». Así, «esta paz se forja atravesando la cruz».

El arzobispo matiza que la paz no es ausencia de conflictos, que es algo connatural al ser humano, sino que es «empeño militante en buscar caminos no violentos para afrontar y resolver esos conflictos». No es resignarse o mantenerse indiferente; más bien es «dialogar, ceder y buscar puntos de encuentro». «Y siempre escuchar al que murió violentamente por nuestros pecados, reconciliando en sí todas las cosas».

Es Él, el Resucitado, el que anuncia la paz con autoridad. Porque Jesucristo «ha bajado a los infiernos, ha visitado todas las llagas y heridas de la humanidad y, a costa de las suyas, ha salido vencedor; ha plantado cara y ha luchado hasta el final».

Renovar el Bautismo

La paz, prosigue la carta, no se puede defender escondiéndose o callándose. «Estamos llamados a ser los labios del Resucitado», el «eco» de su voz. Y esto es posible por el Bautismo, por el cual «nos incorporamos un día a Cristo y a su Iglesia; se nos ungió para apartar el mal de nosotros […], se nos consagró, como parte de un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes» y «renunciamos “a la violencia, como contraria a la caridad”», entre otros. Por eso, el cardenal Cobo invita a los fieles a renovar el Bautismo en sus vidas. «Es tiempo de que se note el Espíritu que nos habita», tiempo de ser «testigos del Evangelio de la paz».

La carta finaliza con una petición al Resucitado: «Que nuestra vida sea una entrega fecunda y pacífica» y, a su vez, «que nuestra palabra sea profecía, eco de la voz de Dios, en medio de un mundo de discursos estridentes y vacíos». El Señor, resalta, es «nuestra alegría y quien nos convierte en discípulos misioneros y peregrinos de esperanza».

Y encomienda a todos a María, «la primera creyente, la primera que nunca dejó de esperar, la testigo silenciosa de la resurrección, la madre de la Iglesia», para que «nos ayude a cantar con nuestras vidas un nuevo Magníficat». «Que nuestra existencia sea, como lo fue la suya, reflejo de ese Dios que, en Cristo, planta cara al poder injusto y levanta a todos los golpeados y perdedores de la historia, para que puedan definitivamente vivir en paz», concluye.

La última parte de la carta son unas propuestas del arzobispo de Madrid:

  • Revisar en nuestros grupos y comunidades los lugares donde se necesita el eco de la voz del Resucitado. Ponerles nombre.
  • Acordar juntos cómo cada comunidad puede en esta Pascua ser el eco de la Paz del Resucitado de forma concreta.
  • A través de las homilías, las catequesis y en la formación buscar maneras de ahondar en el significado de nuestro bautismo y en la vocación que hemos recibido como testigos de la Resurrección.
  • Intentar conocer la fecha del bautismo de cada miembro de la comunidad y proponer formas de celebrarlo en cada aniversario, bien en la familia o en la parroquia.